Imagínate por un momento un producto que compras en tu día a día. Podría ser tu teléfono móvil, esa camiseta que tanto te gusta o incluso el café que te despierta por la mañana. ¿Sabes de dónde viene? Es muy probable que haya cruzado océanos, pasado por múltiples fronteras y sido parte de una red global increíblemente compleja antes de llegar a tus manos.

Durante décadas, el mundo pareció moverse hacia una apertura cada vez mayor, derribando barreras para que ese teléfono se ensamblara en un país, sus componentes vinieran de otros diez, y se vendiera en cientos más. Era la era dorada de la globalización, impulsada por la idea de que el libre comercio trae eficiencia, crecimiento y prosperidad para todos.

Pero hoy, este escenario dinámico se enfrenta a nuevas y poderosas fuerzas. Los titulares hablan de tensiones comerciales, de países que priorizan la producción interna, de cadenas de suministro que se acortan o se diversifican por razones que van más allá de la simple economía. Estamos presenciando la configuración de un nuevo paisaje para el comercio internacional, un paisaje donde la brújula parece apuntar, simultáneamente, en direcciones opuestas: hacia una mayor protección o hacia una persistente, aunque modificada, apertura.

La pregunta que resuena en despachos gubernamentales, salas de juntas de corporaciones multinacionales y, sí, también en conversaciones sobre nuestro futuro, es crucial: ¿hacia dónde nos dirigimos? ¿Estamos en la antesala de una era dominada por el proteccionismo, donde cada nación levanta muros para salvaguardar sus intereses, o la lógica de la apertura y la interconexión global encontrará nuevas vías para manifestarse?

Entender este «nuevo escenario» no es solo un ejercicio académico para economistas. Tiene implicaciones directas en los precios que pagamos, los empleos que existen, las oportunidades para nuestros negocios y, en última instancia, la estabilidad y la paz en el mundo.

El Telón Cambiante: ¿Qué Hace Diferente el Escenario Actual?

Para comprender la tensión entre proteccionismo y apertura, primero debemos reconocer que las reglas del juego no son las mismas que hace 20 o incluso 10 años. Varios factores han confluido para redefinir el tablero del comercio global:

  • Geopolítica Volátil: Las rivalidades entre grandes potencias se han intensificado. El comercio, antes visto predominantemente como una herramienta económica, se ha convertido en un arma estratégica y una extensión de la política exterior y la seguridad nacional. La dependencia mutua, que antes se consideraba un garante de paz, ahora se ve en algunos sectores como una vulnerabilidad. Conflictos como el de Ucrania han demostrado la fragilidad de las cadenas de suministro basadas en la eficiencia pura, impulsando la búsqueda de resiliencia sobre el costo.
  • Fragilidad de las Cadenas de Suministro: La pandemia de COVID-19 fue un brutal recordatorio de que la optimización extrema de las cadenas de suministro («just-in-time») las hacía vulnerables a choques inesperados. Los cierres de fábricas, las congestiones portuarias y la escasez de productos básicos llevaron a replantear la estrategia. Las empresas y los gobiernos ahora priorizan la diversificación, la cercanía (nearshoring) o el traslado a países aliados (friend-shoring) para garantizar el acceso a bienes críticos, aunque sea a un costo mayor.
  • Aceleración Tecnológica y la Economía Digital: La digitalización transforma el comercio. El flujo de datos, los servicios digitales, el comercio electrónico transfronterizo y las tecnologías emergentes como la inteligencia artificial crean nuevas oportunidades pero también nuevos desafíos regulatorios y de seguridad. ¿Cómo se gravan? ¿Quién establece las reglas? Esto abre nuevos frentes de tensión y la posibilidad de «proteccionismo digital».
  • El Impulso de la Política Industrial Estratégica: Cada vez más países están volcándose a políticas industriales activas, identificando sectores que consideran estratégicos (semiconductores, energías renovables, biotecnología, etc.) y buscando fomentarlos a través de subsidios, incentivos fiscales y, a veces, barreras para la competencia extranjera. Esto representa un cambio significativo respecto a décadas pasadas, donde el consenso favorecía mercados menos intervenidos.
  • La Crisis Climática y la Sostenibilidad: La urgencia por abordar el cambio climático está empezando a influir en las políticas comerciales. Mecanismos como los impuestos al carbono en frontera (como el de la Unión Europea) buscan nivelar el campo de juego y evitar que las empresas se trasladen a lugares con regulaciones ambientales más laxas, pero también pueden interpretarse como una forma de proteccionismo verde.
  • Desigualdad y Discontento Social: Aunque la globalización trajo prosperidad general, también generó perdedores, particularmente en sectores y regiones que no pudieron competir con la mano de obra más barata de otras partes del mundo. Este descontento alimenta movimientos populistas que, a menudo, abogan por medidas proteccionistas para «recuperar empleos» o «proteger la industria nacional».

Estos factores no actúan de forma aislada. Se retroalimentan y crean un entorno de gran incertidumbre, donde las decisiones sobre comercio tienen un peso político y estratégico mucho mayor que antes.

La Voz del Proteccionismo: ¿Por Qué los Países Miran Hacia Adentro?

Ante este panorama cambiante, el proteccionismo resurge no solo como una vieja idea económica, sino como una respuesta pragmática (aunque controvertida) a los desafíos actuales. ¿Qué impulsa a los países a considerar o implementar medidas que restringen el libre flujo de bienes y servicios?

1. Seguridad Nacional y Resiliencia: Este es quizás el motor más potente en la actualidad. La pandemia reveló la peligrosa dependencia de ciertos países para suministros médicos esenciales o componentes críticos. Las tensiones geopolíticas han destacado la vulnerabilidad de depender de rivales potenciales para tecnología avanzada (como semiconductores) o recursos estratégicos. El proteccionismo aquí se justifica como una medida de seguridad: garantizar que una nación pueda producir internamente (o al menos a través de aliados cercanos) lo que necesita para funcionar, especialmente en tiempos de crisis.

2. Protección de Empleos e Industrias Nacionales: Argumento clásico, pero que gana fuerza en economías que sienten que la competencia global ha erosionado su base manufacturera o ha llevado a la pérdida de empleos. Aranceles, cuotas o subsidios buscan dar una ventaja competitiva a las empresas locales, haciendo que los productos importados sean más caros o menos accesibles. Si bien los economistas suelen señalar que el proteccionismo puede salvar empleos en un sector a costa de destruirlos en otros (por ejemplo, en industrias exportadoras o en aquellas que dependen de insumos importados), políticamente es un argumento muy atractivo y fácil de entender para el ciudadano común.

3. Fomento de Sectores Estratégicos (Política Industrial): Como mencionamos, hay una vuelta a la política industrial. Los gobiernos identifican industrias que consideran vitales para el crecimiento futuro, la innovación o la seguridad (energías limpias, inteligencia artificial, biotecnología) y utilizan herramientas proteccionistas (subsidios directos, requisitos de contenido local en compras públicas, barreras de entrada a competidores extranjeros) para darles un impulso. La idea es crear «campeones nacionales» o asegurar una posición de liderazgo en tecnologías del futuro.

4. Negociación y Apalancamiento: A veces, las medidas proteccionistas no son un fin en sí mismas, sino una táctica de negociación. Un país puede imponer aranceles a los productos de otro para forzar concesiones en temas comerciales, de propiedad intelectual o incluso en asuntos geopolíticos. Son una herramienta de presión en el ajedrez internacional.

Las herramientas del proteccionismo son variadas: aranceles (impuestos a las importaciones), cuotas (límites a la cantidad de un producto que puede importarse), subsidios (ayudas financieras a productores nacionales), barreras no arancelarias (regulaciones técnicas complejas, requisitos sanitarios o fitosanitarios que dificultan la entrada de productos extranjeros), manipulación cambiaria, y requisitos de contenido local.

Es importante notar que el proteccionismo rara vez es absoluto. Incluso las economías que adoptan medidas proteccionistas significativas siguen participando en el comercio global, pero de una manera más selectiva y gestionada por el Estado.

El Espíritu de la Apertura: Los Fundamentos del Comercio Libre que Persisten

A pesar de la resurgencia del proteccionismo, el impulso hacia la apertura comercial no ha desaparecido. Los argumentos a favor del libre comercio tienen raíces profundas en la teoría económica y en la experiencia histórica, y siguen siendo relevantes en el mundo actual, aunque el modo de implementarlos pueda estar evolucionando.

1. Eficiencia y Ventaja Comparativa: El argumento central es que el libre comercio permite a cada país especializarse en la producción de bienes y servicios en los que es relativamente más eficiente (lo que se conoce como ventaja comparativa). Al hacerlo, la producción global aumenta, los costos disminuyen y hay más bienes disponibles para todos. Intentar producir todo internamente suele ser ineficiente y caro.

2. Precios Más Bajos para los Consumidores: La competencia de productos importados y la mayor eficiencia global que resulta del libre comercio suelen traducirse en precios más bajos para los consumidores. Las barreras proteccionistas, por el contrario, tienden a encarecer los productos al limitar la oferta o al proteger a productores nacionales menos eficientes.

3. Mayor Variedad y Calidad: La apertura permite a los consumidores acceder a una gama más amplia de productos de diferentes partes del mundo, con diversas calidades y características que quizás no estén disponibles a nivel local.

4. Impulso a la Innovación: La competencia extranjera puede obligar a las empresas nacionales a ser más innovadoras, eficientes y a mejorar la calidad para sobrevivir. La interacción global también facilita la difusión de ideas, tecnologías y mejores prácticas.

5. Crecimiento Económico y Desarrollo: El libre comercio ha sido históricamente un motor de crecimiento económico, especialmente para países en desarrollo que pueden acceder a mercados más grandes para sus exportaciones y atraer inversión extranjera. Facilita la integración en cadenas de valor globales, lo que puede impulsar la industrialización y la creación de empleo de mayor valor.

6. Inversión Extranjera Directa (IED): La apertura comercial y de inversión van de la mano. La IED trae capital, tecnología, conocimiento y acceso a mercados, elementos cruciales para el desarrollo económico.

Además, el espíritu de apertura se manifiesta hoy en formas nuevas. El comercio de servicios, que antes era más complicado de liberalizar, está ganando terreno gracias a la digitalización. Los acuerdos comerciales modernos no solo se centran en aranceles, sino también en temas como la propiedad intelectual, las normas laborales y ambientales, y las reglas para la economía digital. Incluso en un mundo que coquetea con el proteccionismo, la interconexión económica global es un hecho profundo y la mayoría de las naciones siguen dependiendo significativamente del comercio para su prosperidad.

Entre Dos Mundos: La Compleja Realidad del Comercio del Siglo XXI

La realidad del nuevo escenario del comercio global no se inclina completamente hacia un extremo o el otro. En lugar de un simple péndulo entre proteccionismo y apertura, lo que estamos viendo es algo más parecido a un mosaico complejo y en constante cambio. Podríamos describirlo mejor como una era de «comercio estratégico», «comercio gestionado» o incluso una «globalización regionalizada».

No es un Apagón Total de la Globalización: A pesar de las narrativas sobre la «desglobalización», el comercio global en términos absolutos y como porcentaje del PIB mundial se ha mantenido relativamente robusto, aunque su crecimiento se ha ralentizado y su composición está cambiando. Las cadenas de suministro no se están desmantelando por completo, sino que se están rediseñando para ser más resilientes, lo que implica diversificación, no solo relocalización total.

El Ascenso de los Bloques Regionales: Ante los desafíos del sistema multilateral de comercio (representado por la Organización Mundial del Comercio – OMC, que enfrenta dificultades para alcanzar acuerdos y resolver disputas), muchos países están volcándose a acuerdos comerciales regionales o mega-regionales. Ejemplos como el USMCA (entre EE. UU., México y Canadá), el CPTPP (Acuerdo Transpacífico Integral y Progresista) o el RCEP (Asociación Económica Integral Regional en Asia) demuestran que la apertura sigue ocurriendo, pero a menudo dentro de clubes selectos de países con afinidades geográficas, económicas o políticas. Esto puede generar una «liberalización competitiva», pero también el riesgo de fragmentación y de exclusión para quienes quedan fuera.

La Selectividad es Clave: Los gobiernos no están aplicando el proteccionismo de manera uniforme. Están siendo altamente selectivos, enfocándose en industrias o tecnologías específicas que consideran críticas (como se ve en la «guerra de los chips» o en las políticas de transición energética). Las medidas proteccionistas a menudo vienen disfrazadas de requisitos de seguridad, estándares técnicos o políticas ambientales, lo que las hace más difíciles de abordar a través de las normas comerciales existentes.

El Papel Creciente del Estado: En este nuevo escenario, el Estado recupera un papel protagonista en la economía y el comercio. Ya no es solo un árbitro que establece reglas para el libre mercado, sino un jugador activo que dirige inversiones, subsidia industrias clave, negocia acuerdos bilaterales o regionales con criterios estratégicos y utiliza las herramientas comerciales para fines geopolíticos.

Implicaciones para Empresas y Personas: Para las empresas, esto significa navegar un entorno mucho más complejo e impredecible. Deben gestionar riesgos geopolíticos, entender regulaciones cambiantes en múltiples jurisdicciones y decidir entre eficiencia pura y resiliencia. Para las personas, esto puede significar mercados laborales que se reconfiguran (algunos empleos desaparecen, otros emergen), y potencialmente precios más altos para ciertos bienes a medida que se prioriza la seguridad sobre el costo.

Este escenario dual, donde coexisten impulsos proteccionistas con la realidad ineludible de la interconexión global y la búsqueda de nuevas formas de apertura, define el panorama actual. La tensión entre estos dos polos no se resolverá fácilmente; será una característica definitoria del comercio global en los próximos años.

El Horizonte 2025 y Más Allá: Visiones para el Futuro del Comercio Global

Mirar hacia el futuro en un tema tan dinámico y políticamente cargado como el comercio global es un ejercicio desafiante. Sin embargo, podemos identificar tendencias clave y escenarios posibles para 2025 y los años siguientes:

1. Persistencia de la Tensión: Es muy probable que la tensión entre proteccionismo y apertura continúe siendo una característica dominante. Las presiones internas (empleo, desigualdad) y externas (geopolítica, seguridad) que alimentan el impulso proteccionista no desaparecerán pronto. Al mismo tiempo, los beneficios de la apertura (acceso a mercados, eficiencia, innovación) siguen siendo demasiado importantes para ser ignorados por completo.

2. Rediseño, No Desmantelamiento, de las Cadenas de Suministro: Veremos una continuación del esfuerzo por diversificar las cadenas de suministro, acercar la producción (nearshoring) o trasladarla a países amigos o aliados (friend-shoring). Esto no implica necesariamente que la producción regrese a los países de origen en masa (reshoring), ya que los costos y la disponibilidad de mano de obra siguen siendo factores cruciales. Se tratará más de crear redes más resilientes y menos dependientes de puntos únicos de falla o de actores percibidos como riesgosos.

3. Mayor Énfasis en la Resiliencia y la Sostenibilidad: Las decisiones comerciales y de inversión estarán cada vez más influenciadas por criterios de resiliencia (capacidad de resistir shocks) y sostenibilidad (ambiental y social), además de los criterios tradicionales de costo y eficiencia. Esto puede dar lugar a nuevas regulaciones comerciales y a la preferencia por socios que cumplan con ciertos estándares.

4. Competencia y Cooperación en lo Digital y lo Verde: El comercio de servicios digitales y los bienes y tecnologías relacionados con la transición energética serán áreas de gran crecimiento, pero también de intensa competencia y potenciales conflictos regulatorios. Podríamos ver tanto esfuerzos por establecer reglas globales (aunque difíciles de acordar) como la formación de bloques digitales o verdes con normas propias.

5. La OMC Ante un Momento Crítico: La Organización Mundial del Comercio necesitará reformarse significativamente para seguir siendo relevante. Su capacidad para establecer nuevas reglas y resolver disputas de manera efectiva está en entredicho. El futuro podría implicar una OMC más enfocada en áreas específicas (como subsidios o comercio digital) o la consolidación de un sistema más fragmentado donde los acuerdos regionales y bilaterales cobren mayor peso.

6. Oportunidades en la Adaptación: Para los países y las empresas, el futuro no es solo de desafíos, sino también de oportunidades. Aquellos que logren adaptarse rápidamente a este entorno cambiante, inviertan en tecnologías relevantes, diversifiquen sus mercados y entiendan la compleja interacción entre economía, política y seguridad, estarán mejor posicionados para prosperar.

El camino a seguir no está escrito. La balanza entre proteccionismo y apertura dependerá de cómo evolucionen los factores geopolíticos, las presiones económicas internas en cada país y la capacidad de los actores globales para encontrar nuevas formas de cooperación y reglas comunes en un mundo menos unificado.

Navegar este nuevo escenario requiere información, análisis profundo y una perspectiva que vaya más allá de los titulares superficiales. Requiere comprender las fuerzas en juego, las motivaciones detrás de las políticas y las implicaciones de las decisiones que se toman hoy para el mundo del mañana. El comercio global, en toda su complejidad, sigue siendo un pilar fundamental de la interconexión humana y económica. Cómo gestionemos su evolución determinará en gran medida la prosperidad y la estabilidad de nuestro futuro compartido.

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